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Leyenda del Pájaro de la Bruja

Hace más de un siglo en la comunidad de La Bruja vivía un matrimonio con dos hijos, constituido por Rosa, una mujer muy bella de marcados rasgos indios, llena de gracia y simpatía y su esposo Liduvino con unos cuantos años mayor que ella. Se le conocía como buen esposo trabajador y amante de la serranía. Atendía amorosamente a su familia siendo generoso y solícito con sus amigos y vecinos.

En víspera del 31 de diciembre, Liduvino logró capturar un puerco jíbaro y lo preparó para la fiesta de fin de año y festejarlo con su familia y algunos vecinos, entre ellos su compadre Romárico.

Este tenía fama como trovador, libertino y, sobre todo mujeriego y muy bebedor. Ya avispado por los efectos de la bebida, Romárico rompió las reglas tradicionales del campo cubano y solicitó permiso a su compadre Liduvino para bailar con su mujer, a lo que este accedió a regañadientes al ver la disposición de Rosa que, con el rostro encendido, se mostraba provocativa, lo cual estimuló a Romárico para atraerla a su cuerpo, hablarle al oído y, en la primera oportunidad, besarla con disimulo.

Al percatarse de esa insolencia, Liduvino encrespó al atrevido compadre, quien respondió de forma insolente dando lugar a un violento altercado que los amigos no dejaron prosperar. No obstante, y para limpiar el agravio, los dos hombres se fueron a la desembocadura del río armados de filosos machetes.

Mientras los dos hombres, amigos y compadres hasta ese momento, se batían fieramente, Rosa en su casa enfrentaba un grave conflicto de conciencia. Romárico le había gustado siempre como hombre, por su parte Liduvino era marido devoto y lo más importante para él era el cuidado de su familia.

A pesar de esos méritos indiscutibles y tal vez en contra de su voluntad, Rosa deseaba con insana pasión que Romárico resultara victorioso, y que la muerte del padre de sus hijos le dejara el camino libre para consumar sin molestia el nuevo romance. Una voz interior condenaba sus monstruosas ensoñaciones y la alertaba en que, si sus deseos se convertían en realidad, podría caer sobre ella el castigo divino de un maleficio sobrenatural jamás imaginado por ella. Cuando de pronto en el marco de la puerta apareció la figura de su esposo bañado en sangre de sus propias heridas y las de su adversario. En su mano el machete justiciero que puso fin a la vida de su insensato compadre. Rosa esperaba por su parte que el que apareciera por esa puerta fuera Romárico y no el padre de sus hijos por lo que no pudo reprimir su contrariedad y lanzó un alarido de dolor y disgusto convirtiéndose así en un ave que tomando con sus garras a Liduvino voló con él hacia la inmensidad del mar por donde lo dejó caer a modo de ofrenda suprema.

Pero el sacrificio de su esposo no le devolvió a su amante, y desde entonces el pájaro de la bruja regresa en cada aniversario del sangriento drama en busca de algún hombre a quien entregar a la noche y al mar, a cambio que se rompa el conjuro, y ella, devuelta a su condición de mujer y pueda ser feliz con Romárico.

Es por ello que para los moradores de la Bruja hay una amenaza que se repite cada año y se anuncia con el escalofriante gemido de inflexiones humanas que emite, muy cerca de la superficie del mar, el pretil de cabeza negra como se le llama: ¿Pájaro de muerte o mujer en celo?

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